Fray Antonio de Sant’Anna Galvão nació en Guaratinguetá, Estado de São Paulo, uma ciudad ubicada en el Valle del rio Paraíba, entre la sierra del Mar y la sierra de la Mantiqueira. Los Orígenes de esta ciudad se remontan al año de 1630, cuando se erigió uma capilla en honor a San Antonio. El pueblo que se desarrolló en torno a capilla se transformó en 1651 en la Villa de San Antonio de Guaratinguetá, lugar que, al paso de los años, sería para Fray Antonio el escenario de importantes acontecimientos de su vida religiosa.
Del año de 1717 quedó grabado en la memória el hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, la Señora Aparecida, Patrona del Brasil; dicha imagen fue encontrada en las águas del rio Paraíba, cerca del puerto Itaguaçu, en los límites de la Villa.
Poco tiempo después, cuando corría el año de 1739, nació en la Villa el nino Antonio Galvão de França. Fue bautizado en el templo parroquial – actual catedral – que fue erigido en el mismo lugar de la antigua capilla, y que se há conservado siempre bajo la advocación del franciscano San Antonio, de quien Fray Galvão heredó, dice la tradición, los talentos y la santidad.
La Beatificación
En 1998, en el proceso de su beatificación, el Vaticano, por unanimidad, reconoce sus virtudes. Y, entre las treinta mil gracias estudiadas, también por unanimidad, aprobó el milagro que salvó la vida de la niña Daniella. Sucedió en 1990. En la edad de cuatro años, sufriendo de hepatitis aguda, Daniella Cristina da Silva, desengañada, fue internada, en la fase terminal de su enfermedad.
Mediante el cuadro, sus padres y una tía, “con demasiada fe”, decidieron entregarla a la protección de Fray Galvão, dándole sus píldoras e iniciando fervorosa novena al venerable fraile.
Superando la hepatitis aguda, una bronconeumonía, una parada cardiorespiratoria, meningitis, faringitis y dos episodios de infección hospitalaria con paralización de los riñones y del hígado, Daniella, después de unos días, “corriendo y brincando”, dejó el hospital completamente curada. “Atribuyo a la intervención divina no solo la cura de la enfermedad sino su recuperación en general”, dice su médico asistente.
Reconociendo ese milagro y declarando Fray Galvão “el hombre de la paz y de la caridad”, S.S. el Papa Juan Pablo II elevó a la honra de los altares lo hijo que Guaratinguetá ofreció a la gloria de Dios.