El Papa Francisco explicó que la enfermedad no es una “pérdida” ni un fastidio que se debe minimizar “a toda costa”, sino una ocasión para crecer en lo que realmente importa en la vida, hacia el encuentro con Dios.
Así lo señaló esta mañana al recibir en audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria anual de la Pontificia Comisión Bíblica, que se reúne en Roma estos días para reflexionar sobre “La enfermedad y el sufrimiento en la Biblia”.
En su discurso, el Santo Padre criticó que en el pensamiento moderno “la enfermedad es considerada con frecuencia como una pérdida, un no-valor, un fastidio que es necesario minimizar, contrastar y anular a toda costa”.
“No se quiere hacer la pregunta sobre su significado, tal vez porque se temen sus implicaciones morales y existenciales. Y sin embargo, nadie puede evadir la búsqueda de ese ‘por qué’”, continuó.
Ante el dolor, reconoció el Papa, la persona “puede permitir que el sufrimiento lleve al repliegue sobre uno mismo, hasta la desesperación y la rebelión, o puede acogerlo como una ocasión de crecimiento y de discernimiento sobre lo que realmente importa en la vida, hasta el encuentro con Dios”.
El Santo Padre destacó asimismo que el de la enfermedad y el sufrimiento “es un tema que concierne a todos, creyentes y no creyentes. En efecto, la naturaleza humana, herida por el pecado, lleva inscrita en sí misma la realidad de la limitación, la fragilidad y la muerte”.
El Papa Francisco, de 86 años y con algunas dolencias físicas, señaló que la “preocupación” por la enfermedad y el sufrimiento lo tocan especialmente de cerca. Como se recordará, abandonó el Hospital Gemelli de Roma el pasado 1 de abril, tras ser hospitalizado algunos días a causa de una bronquitis. A su salida, preguntado por su estado de salud, respondió entre risas: “Estoy todavía vivo”.
El Santo Padre subrayó que la enfermedad también “nos enseña a vivir la solidaridad humana y cristiana, según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura”.
“La parábola del Buen Samaritano nos recuerda que inclinarse ante el dolor ajeno no es una elección opcional del hombre, sino una condición irrenunciable, tanto para su plena realización como persona, como para la construcción de una sociedad inclusiva y verdaderamente orientada al bien común”, añadió.
El Papa resaltó luego que “la Biblia no ofrece una respuesta banal y utópica a la pregunta sobre la enfermedad y la muerte, ni una respuesta fatalista, que justifique todo atribuyéndolo a un juicio divino incomprensible, o peor aún, a un destino inexorable ante el que no queda más remedio que inclinarse sin comprender”.
Más bien, explicó el Pontífice, “el hombre bíblico se siente invitado a afrontar la condición universal del dolor como lugar de encuentro con la cercanía y la compasión de Dios, Padre bueno, que con infinita misericordia se hace cargo de sus criaturas heridas para curarlas, levantarlas y salvarlas”.
En esencia, señaló, “para el cristiano, incluso la enfermedad es un gran don de comunión, con el que Dios le hace partícipe de su plenitud del bien precisamente a través de la experiencia de su debilidad”.