En la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre la evangelización y el celo apostólico.
Este 17 de mayo, el Santo Padre hizo un recorrido por la vida de San Francisco Javier y lo propuso como ejemplo de evangelización.
A continuación, la catequesis completa del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Al continuar nuestro itinerario de Catequesis con algunos modelos ejemplares de celo apostólico… recordemos que estamos hablando de evangelización, de celo apostólico, de llevar el nombre de Jesús, y hay muchas mujeres y hombres en la historia que lo han hecho de modo ejemplar. Hoy, por ejemplo, elegimos a San Francisco Javier: es considerado, dicen algunos, el más grande misionero de los tiempos modernos.
Pero no se puede decir quién es el más grande, quién es el menos grande, porque hay tantos misioneros ocultos que incluso hoy hacen mucho más que San Francisco Javier. Y Javier es el patrón de las misiones, como Santa Teresa del Niño Jesús. Pero un misionero es grande cuando va. Y hay muchos, muchísimos, sacerdotes, laicos, monjas, que van a las misiones, incluso desde Italia y muchos de vosotros.
Veo, por ejemplo, cuando me presentan la historia de un sacerdote como candidato al episcopado: ha pasado diez años en la misión en aquel lugar… esto es grande: salir de la patria para predicar el Evangelio. Esto es celo apostólico. Y esto debemos cultivarlo mucho. Y mirando la figura de estos hombres, de estas mujeres, aprendemos.
Y San Francisco Javier nace en una familia noble pero empobrecida en Navarra, en el norte de España, en 1506. Va a estudiar a París -es un joven mundano, inteligente, bueno-. Allí conoce a Ignacio de Loyola. Éste le da los ejercicios espirituales y le cambia la vida. Y deja toda su carrera mundana para hacerse misionero. Se hace jesuita, hace los votos. Luego se hace sacerdote, y va a evangelizar, enviado a Oriente. En esa época los viajes de los misioneros a Oriente eran un envío a mundos desconocidos. Y él va, porque estaba lleno de celo apostólico.
Partió, pues, el primero de un nutrido grupo de misioneros apasionados por los tiempos modernos, dispuestos a soportar inmensas penalidades y peligros, para llegar a tierras y conocer pueblos de culturas y lenguas totalmente desconocidas, movidos únicamente por el fortísimo deseo de dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio.
En poco más de once años realizó una obra extraordinaria. Fue misionero durante once años más o menos. En aquella época, los viajes en barco eran muy duros y peligrosos. Muchos morían en el camino por naufragios o enfermedades. Hoy, desgraciadamente, mueren porque les dejamos morir en el Mediterráneo… Javier pasa en los barcos más de tres años y medio, un tercio de toda la duración de su misión. En los barcos pasa más de tres años y medio, yendo a la India, luego de la India a Japón.
Al llegar a Goa (India), capital del Oriente portugués, capital cultural y comercial, Javier se instala allí, pero no se detiene. Sale a evangelizar a los pescadores pobres de la costa sur de la India, enseña el catecismo y la oración a los niños, bautiza y cura a los enfermos. Luego, durante una oración nocturna en la tumba del apóstol San Bartolomé, siente que debe ir más allá de la India.